Despierta, al menos eso cree, su cuerpo pesa... como todos los días, cada vez se hace más difícil apoyar los pies en el suelo, pero una vez conseguido solo debe deslizarse. Acercándose al baño, adentrándose en él, abriendo los ojos entre guiños y la boca entre bostezos, buscando el cepillo de dientes, la pasta y el enjuague bucal. El cuerpo desnudo y descalzo aguarda un momento a que el agua de la ducha no sea tan fría como las losetas del suelo.
En sus manos el objeto más afilado que ha podido encontar en este cuarto. El agua de la ducha cae, resbala, empapando su piel, la sangre de sus muñecas cae, resbala, empapando la pared.Queda adormecido por un tiempo, lo que tarda en cerrar y volver a abrir los ojos ¿un segundo, un día? el tiempo se desvanece, al menos se detiene. El espacio se reduce, el lugar deja de ser importante. El agua se congela en un instante, cayendo sobre su cabeza, instintivamente cierra el grifo... el efecto no es el mismo, los cortes pican, escuecen, ya no es lo mismo, las paredes se manchan de rojo, la bañera, a su alrededor todo.
Un suspiro traducido en resignación, un impulso a salir, malcurarse las heridas, cubrirse los brazos, seguir la rutina, marcharse al trabajo, cruzarse contigo, cuando vuelva tendrá que limpiar el baño, quién sabe, quizá lo consiga algún dia, quiza no lo haga más.
Jonathan Weiner
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